Soy la lluvia y me gusta
en las aceras, en el abrigo
en la nube, al caer sobre
luces de neón,
en las cabelleras;
después, perderme
en las insondables profundidades
de tus ojos.
En el deleite de escurrirse en la piel,
al otro lado del semáforo,
antes del verde
después del verde…
antes de cualquier color,
entre los pasos apurados
de la gente.
Salpicar alegremente…
descorrer los limpiabrisas,
superar su velocidad
hacia el vacío indemne.
Pisar.
Los ojos siguen allí,
en la lluvia, una niña,
el semáforo, la acera,
la indemnización de las formas,
los vacíos, y un verde cualquiera.
La velocidad hace que todo
se vea distinto, incluso
bajo la lluvia.
Yo soy la lluvia y me gusta
la niebla al amanecer, la aurora
que le precede, desde la noche
sedienta de lluvia.
Beatriz Osornio Morales.
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