La noche seguía nevando
y a ratos, el viento golpeaba
con graznidos de pájaro en la ventana.
El cuerpo del sonido
aun resbala en el vidrio
como un animal herido,
su gran rueda de soledad
piensa sin pensar,
fresca entre los follajes.
Adentro, el abandono se exilia
pero antes de irse a dormir,
empuja los cuerpos a una pasión secreta,
que ya habían bebido en otro siglo los dioses.
Una música ligera marca el rítmo;
movimientos imantados al beso.
Bailan en la alfombra
y un jardín oscuro los oculta del mundo,
entonces escuchan las mismas notas
en el mismo paso, y
mientras sopesan el roce de sus caricias,
crean una rapsodia
con las voces inaudibles del tacto.
Es imposible imaginarse sin esta mano,
fuera de esta forma, suspiro de la carne,
ser algo más. No hay nada más allá de este
instante, más allá del tiempo se caen los pasos.
La ventana rechina extrañada.
Beatriz Osornio Morales. Imagen "Intermisiones" Magritte