Soplan en cada
objeto
algunos
instantes,
que
no son más que trastornos
de
un dios oculto
dentro del hombre,
hacedor
de muecas
de
habladurías mortíferas.
Nadie
es inmortal,
a
menos que aprenda
a
derramare en otro
como
en un recipiente.
Puede
ser efímera una piel virgen,
hasta
que nadie sepa del viento
sino
por un suspiro.
Hasta
que todo corresponda
en
los oasis
que
se dispersan goteantes,
en
el aljibe nocturno,
una
calle secreta
levante
la voz y declare
a
favor de los que fornican
a
escondidas, por miedo
no
al sol
ni
a los muros,
miedo
a la descomposición
de
mariposas internas.
Beatriz Osornio Morales, Imagen tomada de la red.