No había nada más allá del umbral
como lo presintió el temblor de la hoja.
El dintel seguía siendo traspasado
en su sitio de inmovilidad casual.
Solo un vientecillo que juega a
cruzar
se hace invisible, corre y se esconde
de la lluvia que a entrar no se atreve;
con los personajes entran sus formas.
Los pasos que cruzan el umbral, ruedan
simetría en el sonido de otros
pasos,
avanzan por las soñolientas calles
de una ciudad que descubre la luz ardua.
El árbol es testigo silencioso
de los que van y vienen por el portal,
los pasos conjugados le son familiares
y solo se estremece ante el vago viento,
o uno que otro, triste y apurado gato
que se desliza por la sombra del día.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.